

Por suerte llegamos temprano así que hubo tiempito para sentarse a comer en el pub Gregorio del centro de Las Heras. A las 3 (si, puntual!) estrechábamos manos con Pablo, nuestro flamante sonidista a cargo del modesto pero sublime y equipadísimo estudio. Por mi parte, ademas de la fascinación de ver tanto equipamiento, cablerío y micrófonos por todos lados, logré corromper el estatuto de comportamiento del estudio enmarcado prolijamente en una de esas puertas pesadas y acustizadas de la sala. Así que me hice con un poco de cerveza para amenizar la tarde. Algunos humos hacían lento el armado de los cuerpos de la batería y demás: conseguimos domar a Pablo y él a su vez nos consiguió domar a nosotros, fluyó una química excelente desde el primer momento, eso es bueno ya que nos vamos a ver muy seguido. Acordamos empezar a zapar y a tocar un poco como si fuera un ensayo para calentarnos, porque si hay algo que detestamos de las salas de ensayo o los estudios es la impersonalidad. Mas allá de que este ejercicio sirva para que las cosas salgan bien después, siempre nos generó un ambiente de garaje, como si estuviéramos solos. Tengo que admitir que esta vez no sucedió lo mismo, pero en el buen sentido. Fluía buena vibra en el aire desde un primer momento.
Nuestra idea siempre fue grabar las bases de los temas (guitarra, bajo y batería) de una sola toma, muy en la vieja escuela, muy a los '70s. De esa forma queda grabado mas allá de la canción en sí, la atmósfera, esa comunión sonora que da un toque de realismo y "cosa en vivo" al tema. Muchas partes de nuestras obras son zapadas en el escenario y queremos reflejar eso (anhelo una grabadora analógica! Pero no puedo pedir todo, no? jaja). Cada uno con su respectivo par de auriculares comenzamos a poner la máquina en funcionamiento.

Después de varias tomas y un par de horas, conseguimos hacernos con las bases de "Lux, laetitia" y "Momento de soledad asistida". Para ese momento Gustavo se había adormecido en el suelo porque sólo alcanzaba a escuchar el aporreo de la batería de Chechi, ya que los demás sonaba en nuestros oídos ( y en los auriculares de Pablo, por supuesto). Con las tomas finales en nuestras manos y después de algunas charlas técnicas entre todos, estábamos listos para el retorno a casa. Antes, un par de cervezas en el centro de Las Heras para relajar y dar rienda suelta a nuestra felicidad.
Obviamente, el festejo definitivo llegaría esa misma noche de sábado: habíamos dado el primer paso...
Salud!